La tuba actual ha sido el último desarrollo musical
dentro de la familia de los bugles de llaves. Dentro de sus
características, se encuentran ser el instrumento de mayor tamaño de los
denominados viento-metal y uno de los más jóvenes en ser añadidos a la orquesta
sinfónica moderna, ya que la forma actual de la tuba,o bajo, se patentó en el
año 1845, aunque el primer instrumento reconocido como tuba surgió en 1835.
Hasta llegar a la tuba, han tenido que pasar varios
instrumentos, como su antecesor, el oficleido y antes de este, el serpentón.
Pero todos estos instrumentos junto a los demás de viento-metal actuales,
descienden del antiguo bugle medieval. Este primer instrumento proviene de la
palabra latina “buculus” o “boculos”, que significa “toro joven”. El bugle
provenía de los cuernos de distintos animales, donde aparte de ser usados como
instrumentos, también se podían usar como vasos para la bebida. Otra versión
del bugle, pero a mayor tamaño, era el Oliphant, proveniente de los colmillos
de los elefantes. Estos instrumentos se hacían sonar como señal de aviso por
los caballeros de la Edad Media. El olifante era un símbolo de autoridad, y
solían estar ricamente decorados con franjas ilustradas con diversos motivos.
En el siglo XI, existía un bugle con agujeros llamado
corneto, siendo un antepasado de la corneta. Pero unos siglos después, en el
XVI exactamente, se desarrolló una corneta tenor entonada un quinto por debajo
del triple normal. Este instrumento no tenía mucha fama por su sonido
desagradable, hecho que dio el origen del serpentón como una evolución de la
corneta tenor.
El serpentón surgió en el año 1590 por Edme Guillaumé, un
canónigo francés de Auxere. La función de este nuevo instrumento consistía en
el apoyo al coro como alternativa al órgano y como bajo continuo en los
conjuntos instrumentales. Aunque más tarde, pasó a formar parte de los grupos
de música militar en su función de registro grave junto al fagot y el trombón
bajo, extendiéndose por otras zonas europeas, incluyendo el Reino Unido. Como
dato histórico, se sabe que en la banda musical del ejército napoleónico
formaban parte dos serpentones.
Los primeros serpentones, se fabricaron a partir de dos
piezas de madera de nogal ensambladas y recubiertas de cuero negro, para darle
mayor solidez, junto a una boquilla de marfil en forma de media taza invertida
o bien de una boquilla propia de la trompa montada sobre un tudel metálico. Los
primeros modelos tenían sección cónica, seis orificios de digitación divididos
en grupos de tres y carecían de agujero del pulgar. Dadas las dimensiones del
serpentón, un tubo cónico de 213cm, se optó por construirlo en forma de doble
S.
A finales del siglo XVIII, los orificios de digitación
sufrieron modificaciones, añadiendo hasta un total de catorce llaves metálicas.
Evidentemente, todos estos cambios condujeron, además de al surgimiento de un
considerable número de virtuosos especializados, a la edición de obras
específicas y, entre ellas, a la publicación de diversos sistemas de tablatura
durante los siglos XVIII y XIX. Junto a estas modificaciones, surgió una
considerable variedad de serpentones, como el “Ophibaterion”, el “Bass Horn”,
el “Basse-con” y el “serpent militaire”.
Buena muestra de su progresivo afianzamiento en la orquesta
son los trabajos de reconocidos autores como Wagner, Berlioz, Bellini, Rossini
y Mendelssohn. También Joseph Haydn lo incluyó en algunas de sus obras de
finales del siglo XVIII. Según algunos autores, la utilización del serpentón no
se debía siempre a sus cualidades sonoras, sino al hecho de que en la época no
existía una alternativa mejor. De hecho, las declaraciones de varios
compositores del momento no ofrecen dudas respecto a la consideración que les
merecía.
Berlioz dijo en una ocasión: “El timbre bárbaro de este
instrumento habría sido mucho más apropiado para los cultos sanguinarios de los
druidas que para las ceremonias de la religión católica. Sólo existe una
excepción a esta norma, y es el caso en el que el serpentón se emplea en las
misas de difuntos para reforzar el terrible canto del “Dies Irae”. Entonces, no
cabe duda, su aullido frío y abominable ocupa el lugar apropiado”.
Tras su periodo de difusión, en el siglo XIX comenzó su
“declive”, con discursos de músicos célebres, como el anterior de Berlioz, en
contra de su presencia en las orquestas románticas a favor de otros timbres
bajos de mayor potencia. Aunque el serpentón siguió evolucionando hasta el
oficleido con más llaves y pasando de la madera al metal, al final será la tuba
contrabajo y toda la familia de los saxhorns quienes ocuparán su lugar en la
música romántica.
En la época contemporánea, a pesar de que durante gran parte
del siglo XX permaneció en el olvido, el serpentón renació durante la década de
1970 y tomó dos direcciones. Por un lado, los intérpretes integrados en la
llamada corriente historicista recuperaron el repertorio y los instrumentos
originales. Por otro, los nuevos tiempos han brindado a los ejecutantes una
gran libertad para explorar nuevas vías expresivas. Entre los compositores que
trabajan de forma habitual con este instrumento se cuentan los británicos
Clifford Bevan, Simon Proctor y Robert Steadman.
En la actualidad, el serpentón goza de una destacada
presencia en ámbitos musicales muy diferentes. Así, se puede encontrar, por
ejemplo, en bandas sonoras de películas, en piezas de música litúrgica, en
sintonías de anuncios de televisión, en orquestas sinfónicas o en el jazz. En
los largometrajes, algunos compositores como Jerry Goldsmith apostaron por el
serpentón, que puede oírse en películas como “Tora! Tora! Tora!” (Richard
Fleischer, Toshio Ma-suda y Kinji Fukasaku, 1970), “Alien” (Ridley Scott, 1979)
o “Los héroes del tiempo” (Terry Gilliam, 1981).
En 1821, la innovación tecnológica aplicada al serpentón dio
lugar a un instrumento nuevo, el oficleido, inventado por el constructor Jean
Hilaire Asté (Halary). Este francés pretendía fabricar un instrumento que
combinara la sonoridad del serpentón con la simplificada forma de la trompa
baja y el mecanismo propio del fiscorno. Su innovadora propuesta permitió no
sólo aumentar el tamaño de los orificios de digitación, sino también
incrementar su número de forma progresiva. El oficleido sustituyó al serpentón
en las bandas y orquestas, pero también él fue relevado de los escenarios por
el eufonio y la tuba.
El origen del oficleido se encuentra en el bugle de llaves,
instrumento originado en 1810 y patentado por Josph Halliday. Este, introdujo
ciertas mejoras, introduciendo las llaves al bugle, de ahí que se llame bugle
de llaves. Este instrumento, fabricado en cobre, tuvo éxito y consecuentemente,
introducido en la banda y orquesta como metal soprano llevando la línea de la
melodía.
Con el virtuosismo del bugle de llaves y una propuesta de
Halliday a Halary, con el fin de copiar su instrumento, se creó el oficleido
bajo junto a dos instrumentos más, el clavitude y el quinticlave, que se
convirtió en el oficleido alto. El oficleido bajo estaba fabricado en bronce
con perfil cónico y entonado en Do o Sib. Su forma característica consistía en
que estaba doblado por la mitad, de diámetro cada vez mayor desde la embocadura
hasta la campana y con llaves que abren y cierran el paso del aire.
Originalmente, se construyó con 9 llaves, ampliadas a 12 más tarde. El punto
más débil del oficleido era la afinación.
Al oficleido se le unió un oficleido monstruo o contrabajo,
entonado en Fa o Mi b. El sonido de este nuevo instrumento era un volumen
inmenso con un tono pulido. El desarrollo del oficleido, llevó a la creación
del “Bombardón”, un oficleido con 12 llaves. Aparte de esta variedad francesa,
existe la versión inglesa que consistía en construir el oficleido de madera.
Además de estas dos variedades, hay que añadir otras versiones del oficleido
como el “Omnitón” o la “Tuba-Dupré”.
El tono del oficleido gustó más que el del serpentón. Como
consecuencia, entró a formar parte de la banda y de la orquesta, sustituyendo
al serpentón. La utilización de este instrumento en algunas obras destacadas
son en “Sueño de una noche de verano” de Mendelssohn, donde el oficleido imita
el sonido de un asno, y en la “Sinfonía Fantástica” de Berlioz, usando 2
oficleidos. A todo esto, hay que decir que el nombre del oficleido viene del
griego ophis=serpiente y ciéis=llave. Su permanencia en las orquestas duró
hasta 1850, cuando la tuba le sustituyó.
El primer instrumento con el nombre de tuba, se patentó el 12
de septiembre de 1835 por los fabricantes de instrumentos alemanes Wilhelm
Wieprecht y Johann Moritz. Esta primera tuba, entonada en fa y con 5 válvulas
berlinesas, era una mezcla del mecanismo de pistones inventado por Stölzel, adaptado
al bass-horn. Su creación se debe a la necesidad de reunir un instrumento con
unas características armónicas, musicales y técnicas acordes al romanticismo,
ya que ningún antecesor suyo las reunía.
Diez años después de la primera patente de tuba, un fabricante
de instrumentos belga, Adolph Sax, perfeccionó esa primera tuba entonándola en
Si b y modificando su forma, siendo esta la forma actual desde el año 1845. El
tamaño oscila entre los 3 y 5 metros de longitud ensanchándose progresivamente
desde la boquilla hasta la campana, al mismo tiempo que se enrosca sobre sí
misma.
A partir del año 1869 es cuando este instrumento comienza a
tener un papel relevante en la música orquestal de Richard Wagner. Aunque unos
años antes, en 1862, la obra “Triunfo del Amor” del inglés Wallace, es
considerada una de las primeras en usar la tuba en su composición.
Dentro de las tubas, se puede diferenciar la tuba tenor o
bombardino entonada en Si b o Do, la tuba baja en Fa y Mi b, siendo la sucesora
del oficleido bajo, la tuba contrabajo en Do o Si b y la tuba doble llamada así
por combinar una tuba baja y contrabajo en Fa/Do y Fa/Si b.
Las variedades de la tuba son el helicón y el sousaphone,
aunque este último es un desarrollo del helicón. El origen de este curioso
instrumento data de 1849. Surgió para facilitar el manejo de las grandes tubas
mientras se toca de pie o caminando. Las características son las mismas que una
tuba baja o contrabaja, con la única diferencia de su diseño en espiral para
enroscarla al cuerpo del intérprete. La única desventaja residía en su forma,
debido a que parte del sonido se perdía al proyectarse hacia un lado.
El sousaphone, patentado por el director de banda
estadounidense Philip Sousa, modificó la campana apuntándola hacia delante para
obtener un sonido cálido y lleno.
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