sábado, 21 de noviembre de 2015

Historia de la Tuba

La tuba actual ha sido el último desarrollo musical dentro  de la familia de los bugles de llaves. Dentro de sus características, se encuentran ser el instrumento de mayor tamaño de los denominados viento-metal y uno de los más jóvenes en ser añadidos a la orquesta sinfónica moderna, ya que la forma actual de la tuba,o bajo, se patentó en el año 1845, aunque el primer instrumento reconocido como tuba surgió en 1835.
Hasta llegar a la tuba, han tenido que pasar varios instrumentos, como su antecesor, el oficleido y antes de este, el serpentón. Pero todos estos instrumentos junto a los demás de viento-metal actuales, descienden del antiguo bugle medieval. Este primer instrumento proviene de la palabra latina “buculus” o “boculos”, que significa “toro joven”. El bugle provenía de los cuernos de distintos animales, donde aparte de ser usados como instrumentos, también se podían usar como vasos para la bebida. Otra versión del bugle, pero a mayor tamaño, era el Oliphant, proveniente de los colmillos de los elefantes. Estos instrumentos se hacían sonar como señal de aviso por los caballeros de la Edad Media. El olifante era un símbolo de autoridad, y solían estar ricamente decorados con franjas ilustradas con diversos motivos.
En el siglo XI, existía un bugle con agujeros llamado corneto, siendo un antepasado de la corneta. Pero unos siglos después, en el XVI exactamente, se desarrolló una corneta tenor entonada un quinto por debajo del triple normal. Este instrumento no tenía mucha fama por su sonido desagradable, hecho que dio el origen del serpentón como una evolución de la corneta tenor.
El serpentón surgió en el año 1590 por Edme Guillaumé, un canónigo francés de Auxere. La función de este nuevo instrumento consistía en el apoyo al coro como alternativa al órgano y como bajo continuo en los conjuntos instrumentales. Aunque más tarde, pasó a formar parte de los grupos de música militar en su función de registro grave junto al fagot y el trombón bajo, extendiéndose por otras zonas europeas, incluyendo el Reino Unido. Como dato histórico, se sabe que en la banda musical del ejército napoleónico formaban parte dos serpentones.
Los primeros serpentones, se fabricaron a partir de dos piezas de madera de nogal ensambladas y recubiertas de cuero negro, para darle mayor solidez, junto a una boquilla de marfil en forma de media taza invertida o bien de una boquilla propia de la trompa montada sobre un tudel metálico. Los primeros modelos tenían sección cónica, seis orificios de digitación divididos en grupos de tres y carecían de agujero del pulgar. Dadas las dimensiones del serpentón, un tubo cónico de 213cm, se optó por construirlo en forma de doble S.
A finales del siglo XVIII, los orificios de digitación sufrieron modificaciones, añadiendo hasta un total de catorce llaves metálicas. Evidentemente, todos estos cambios condujeron, además de al surgimiento de un considerable número de virtuosos especializados, a la edición de obras específicas y, entre ellas, a la publicación de diversos sistemas de tablatura durante los siglos XVIII y XIX. Junto a estas modificaciones, surgió una considerable variedad de serpentones, como el “Ophibaterion”, el “Bass Horn”, el “Basse-con” y el “serpent militaire”.
Buena muestra de su progresivo afianzamiento en la orquesta son los trabajos de reconocidos autores como Wagner, Berlioz, Bellini, Rossini y Mendelssohn. También Joseph Haydn lo incluyó en algunas de sus obras de finales del siglo XVIII. Según algunos autores, la utilización del serpentón no se debía siempre a sus cualidades sonoras, sino al hecho de que en la época no existía una alternativa mejor. De hecho, las declaraciones de varios compositores del momento no ofrecen dudas respecto a la consideración que les merecía.
Berlioz dijo en una ocasión: “El timbre bárbaro de este instrumento habría sido mucho más apropiado para los cultos sanguinarios de los druidas que para las ceremonias de la religión católica. Sólo existe una excepción a esta norma, y es el caso en el que el serpentón se emplea en las misas de difuntos para reforzar el terrible canto del “Dies Irae”. Entonces, no cabe duda, su aullido frío y abominable ocupa el lugar apropiado”.
Tras su periodo de difusión, en el siglo XIX comenzó su “declive”, con discursos de músicos célebres, como el anterior de Berlioz, en contra de su presencia en las orquestas románticas a favor de otros timbres bajos de mayor potencia. Aunque el serpentón siguió evolucionando hasta el oficleido con más llaves y pasando de la madera al metal, al final será la tuba contrabajo y toda la familia de los saxhorns quienes ocuparán su lugar en la música romántica.
En la época contemporánea, a pesar de que durante gran parte del siglo XX permaneció en el olvido, el serpentón renació durante la década de 1970 y tomó dos direcciones. Por un lado, los intérpretes integrados en la llamada corriente historicista recuperaron el repertorio y los instrumentos originales. Por otro, los nuevos tiempos han brindado a los ejecutantes una gran libertad para explorar nuevas vías expresivas. Entre los compositores que trabajan de forma habitual con este instrumento se cuentan los británicos Clifford Bevan, Simon Proctor y Robert Steadman.
En la actualidad, el serpentón goza de una destacada presencia en ámbitos musicales muy diferentes. Así, se puede encontrar, por ejemplo, en bandas sonoras de películas, en piezas de música litúrgica, en sintonías de anuncios de televisión, en orquestas sinfónicas o en el jazz. En los largometrajes, algunos compositores como Jerry Goldsmith apostaron por el serpentón, que puede oírse en películas como “Tora! Tora! Tora!” (Richard Fleischer, Toshio Ma-suda y Kinji Fukasaku, 1970), “Alien” (Ridley Scott, 1979) o “Los héroes del tiempo” (Terry Gilliam, 1981).
En 1821, la innovación tecnológica aplicada al serpentón dio lugar a un instrumento nuevo, el oficleido, inventado por el constructor Jean Hilaire Asté (Halary). Este francés pretendía fabricar un instrumento que combinara la sonoridad del serpentón con la simplificada forma de la trompa baja y el mecanismo propio del fiscorno. Su innovadora propuesta permitió no sólo aumentar el tamaño de los orificios de digitación, sino también incrementar su número de forma progresiva. El oficleido sustituyó al serpentón en las bandas y orquestas, pero también él fue relevado de los escenarios por el eufonio y la tuba.
El origen del oficleido se encuentra en el bugle de llaves, instrumento originado en 1810 y patentado por Josph Halliday. Este, introdujo ciertas mejoras, introduciendo las llaves al bugle, de ahí que se llame bugle de llaves. Este instrumento, fabricado en cobre, tuvo éxito y consecuentemente, introducido en la banda y orquesta como metal soprano llevando la línea de la melodía.
Con el virtuosismo del bugle de llaves y una propuesta de Halliday a Halary, con el fin de copiar su instrumento, se creó el oficleido bajo junto a dos instrumentos más, el clavitude y el quinticlave, que se convirtió en el oficleido alto. El oficleido bajo estaba fabricado en bronce con perfil cónico y entonado en Do o Sib. Su forma característica consistía en que estaba doblado por la mitad, de diámetro cada vez mayor desde la embocadura hasta la campana y con llaves que abren y cierran el paso del aire. Originalmente, se construyó con 9 llaves, ampliadas a 12 más tarde. El punto más débil del oficleido era la afinación.
Al oficleido se le unió un oficleido monstruo o contrabajo, entonado en Fa o Mi b. El sonido de este nuevo instrumento era un volumen inmenso con un tono pulido. El desarrollo del oficleido, llevó a la creación del “Bombardón”, un oficleido con 12 llaves. Aparte de esta variedad francesa, existe la versión inglesa que consistía en construir el oficleido de madera. Además de estas dos variedades, hay que añadir otras versiones del oficleido como el “Omnitón” o la “Tuba-Dupré”.
El tono del oficleido gustó más que el del serpentón. Como consecuencia, entró a formar parte de la banda y de la orquesta, sustituyendo al serpentón. La utilización de este instrumento en algunas obras destacadas son en “Sueño de una noche de verano” de Mendelssohn, donde el oficleido imita el sonido de un asno, y en la “Sinfonía Fantástica” de Berlioz, usando 2 oficleidos. A todo esto, hay que decir que el nombre del oficleido viene del griego ophis=serpiente y ciéis=llave. Su permanencia en las orquestas duró hasta 1850, cuando la tuba le sustituyó.
El primer instrumento con el nombre de tuba, se patentó el 12 de septiembre de 1835 por los fabricantes de instrumentos alemanes Wilhelm Wieprecht y Johann Moritz. Esta primera tuba, entonada en fa y con 5 válvulas berlinesas, era una mezcla del mecanismo de pistones inventado por Stölzel, adaptado al bass-horn. Su creación se debe a la necesidad de reunir un instrumento con unas características armónicas, musicales y técnicas acordes al romanticismo, ya que ningún antecesor suyo las reunía.
Diez años después de la primera patente de tuba, un fabricante de instrumentos belga, Adolph Sax, perfeccionó esa primera tuba entonándola en Si b y modificando su forma, siendo esta la forma actual desde el año 1845. El tamaño oscila entre los 3 y 5 metros de longitud ensanchándose progresivamente desde la boquilla hasta la campana, al mismo tiempo que se enrosca sobre sí misma.
A partir del año 1869 es cuando este instrumento comienza a tener un papel relevante en la música orquestal de Richard Wagner. Aunque unos años antes, en 1862, la obra “Triunfo del Amor” del inglés Wallace, es considerada una de las primeras en usar la tuba en su composición.
Dentro de las tubas, se puede diferenciar la tuba tenor o bombardino entonada en Si b o Do, la tuba baja en Fa y Mi b, siendo la sucesora del oficleido bajo, la tuba contrabajo en Do o Si b y la tuba doble llamada así por combinar una tuba baja y contrabajo en Fa/Do y Fa/Si b.
Las variedades de la tuba son el helicón y el sousaphone, aunque este último es un desarrollo del helicón. El origen de este curioso instrumento data de 1849. Surgió para facilitar el manejo de las grandes tubas mientras se toca de pie o caminando. Las características son las mismas que una tuba baja o contrabaja, con la única diferencia de su diseño en espiral para enroscarla al cuerpo del intérprete. La única desventaja residía en su forma, debido a que parte del sonido se perdía al proyectarse hacia un lado.
El sousaphone, patentado por el director de banda estadounidense Philip Sousa, modificó la campana apuntándola hacia delante para obtener un sonido cálido y lleno.

Después de estas modificaciones, la evolución constructiva de la tuba continuó sin grandes cambios, pero eso lo dejaré para próximos reportajes.





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